Marcos Vaca
La pasión es contagiosa. El joven José Ignacio Mendizábal agarra su guitarra eléctrica, cierra los ojos y se pierde en la interpretación de una canción de Metallica.
Le gusta el trash metal. Se le nota con solo ver cómo se deja hipnotizar por la música que él mismo saca de la guitarra. Detrás de él están sus cuadros, que atestiguan el show de su creador.
Sí, también le apasiona la pintura. Dibuja desde que sus dedos aprendieron a interpretar el mundo con un lápiz. Sus trazos son su percepción de la vida, son lo que él es a sus 17 años.
En sus cuadros aparece la crítica social. José Ignacio creció en una década de muchos enfrentamientos políticos. Los personajes tienen narices largas como una suerte de marca registrada del autor.
Él se retrató y no está narizón. Se muestra iluminado con una aureola en el cuadro denominado ‘Año Sabático‘.
La obra refleja el crecimiento artístico que tuvo durante el tiempo que decidió tomarse fuera del colegio. Durante ese tiempo se preparó, cultivó su arte y ahora ya regresó a clases. Ese tiempo fue simplemente un silencio dentro de una gran partitura.
José Ignacio es aún muy joven, pero sueña con hacer del arte su forma de vida. Cree que lo logrará. Confía mucho en lo que su creatividad puede hacer. Tiene el apoyo de sus padres y están orgullosos de él.
Vive en la González Suárez. Su abuela siempre ha estado aquí, su padre y su madre también son residentes del barrio. El taller donde crea está cerca de la iglesia de La Paz. Sí, es verdad, la González no es su inspiración; pero es el contexto donde aprende de la vida y sus afectos.
José Ignacio Mendizábal expondrá en octubre su obra en el Paseo San Francisco. Además, presentará un álbum musical, que él denomina arte expandido o absolutismo.
