Óscar Molina
Su sonrisa la acompaña a todas partes y en cada momento. Sor Eugenia, una de las 10 hermanas de las Siervas de María, incluso se ríe al evocar su llegada a Quito hace más de 40 años.
Ella vino a la ciudad después de un gran susto en Bucaramanga (Colombia), donde casi roban la casa en la que vivía. El sentido del humor, al igual que la fe, desde siempre le han ayudado a remediar las dolencias propias y, sobre todo, las de los otros.
En Colombia, Sor Eugenia estudió Enfermería con la convicción de dedicar toda su vida al cuidado de los demás. Y guiada por esa solidaridad y esa empatía, la religiosa ha recorrido todos los barrios de la capital en donde han requerido de su atención bondadosa.
La González, justamente, ha sido uno de los sectores a los que más ha acudido en estos años. “Por eso la relación que tenemos con los vecinos —dice agradecida—es casi de familia, y yo he tenido la suerte de conocer a varias generaciones”.
Sus visitas para reconfortar a padres, abuelos o hijos enfermos han sido principalmente en las noches, y por eso una de las sensaciones más vivas de Sor Eugenia cuando piensa en la González es la neblina fría que sube desde Guápulo y alcanza las terrazas altas de los edificios. Pero allí, para brindarle un abrigo recíproco, siempre han estado los familiares de los pacientes y su hospitalidad contenida en una taza de café o en un plato de sopa recién hecha.
Ahora, los vecinos, Sor Eugenia y las otras hermanas se reúnen continuamente para organizar bazares, fortalecer sus vínculos y disfrutar de las inigualables tortas y bocaditos que ellas preparan.
