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En Dunkerque se enfrentan el tiempo y la esperanza

Dunkerque puede ser una película de terror. También puede ser una obra maestra o un juego contra el tiempo de un reloj.

El director Christopher Nolan plantea, más que una película de guerra, una metáfora de la vida. En 1940, a finales de mayo, miles de soldados aliados (la película muestra más el lado inglés) tratan de salir de las playas francesas del puerto de Dunkerque.

El ejército alemán tiene la población prácticamente tomada y las fuerzas armadas francesas aguantan en sus trincheras. La única escapatoria es el océano, pero en el mar también está el enemigo y en el aire sobrevuelan sus cazas.  Los bombazos se escuchan cerca, la comida y el agua potable escasea, no se ve al enemigo; es un terror. La música de Hans Zimmer contribuye poco a tranquilizar los nervios.

El soldado Alex  (Harry Styles) logró escapar de un tiroteo y logró llegar a la playa. En el lugar ya miles de soldados esperan -incluso dentro del agua- para que algún buque militar ponga fin a la pesadilla. Los que logran embarcar en los primeros navíos son atacados inesperadamente y muchos mueren. Alex logra embarcarse y se salva por anticipar lo que puede ocurrir si se descuida. Ahí está la metáfora, al menos la primera de las muchas que cuenta Nolan en Dunkerque. La vida tiene que enfrentarse cada segundo para vivirla o para sobrevivirla.

Nolan juega con el tiempo, tal vez para argumentar su metáfora de que cada momento se debe batallar para sobrevivir,  cuenta tres historias en tres momentos distintos de la evacuación de los efectivos ingleses de la playa francesa. Incluso usa el tic tac de un reloj viejo en la música de Zimmer.

El tiempo es una constante en la obra de Nolan, pero en Dunkerque el tiempo es un enfrentamiento entre la tensión y la esperanza para vivir. Y solo como segundero de este reloj, en el aire vuelta Farrier (Tom Hardy); tiene que ayudarse de un reloj para saber cuánto combustible tiene mientras combate contra los cazas alemanes. En el aire el tiempo corre más rápido y las decisiones de supervivencia se toman de la misma manera. El tiempo presiona para tomar decisiones, el reloj es la carga que el director pone a sus protagonistas para que luchen por sobrevivir.

Y de la esperanza se deriva la solidaridad. Desde los hechos reales ocurridos en Dunkerque, en Gran Bretaña se explotó el apoyo que dieron los dueños de embarcaciones civiles en el rescate de los más de 300 000 efectivos de los países aliados. Espíritu Dunkerque es la frase que resalta la solidaridad británica y Nolan -en su juego narrativo con el tiempo- encuentra el engranaje para incorporar la historia de tres navegantes civiles que ayudan a los soldados. Y solo es un pretexto para descansar de la atrocidad de la guerra, en el pequeño yate se siente por momentos las pausas -como si el tiempo pasara más lento-  como si fuera un preludio a un clímax belicoso, como si fuera la paz antes de una guerra. Los tres navegantes también enfrentan cada minuto de distinta manera; a ellos los amenazaba el tiempo. Debían llegar a Dunkerque para intentar salvar soldados y en alta mar encuentran a un sobreviviente, a un oficial inglés perdido en el tiempo; su mente no sobrevivió al terror de la guerra.

Los bombardeos, la falta de comida, la falta de embarcaciones solo hacen que la esperanza se enfrente al tiempo. La vida se vive un segundo a la vez a pesar de las amenazas que pueden surgir en cada paso.

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Escrito por Unos Tres

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