Graciela López no es excéntrica; todo lo contrario. Es una dama sencilla que debe tomar un taxi para ir de un lado al otro de la avenida González Suárez.
Vive a la altura de la calle Bejarano y la panadería de su preferencia está a menos de tres cuadras de la vía; pero es complicado el cruce, por lo que pide un taxi. Graciela tiene lastimadas tres vértebras de la columna, lo que dificulta su caminar.
Cuando sale, tiene inconvenientes para cruzar la avenida en la intersección con la Jacinto Bejarano. ¿Toma un taxi por su dolencia o porque es difícil pasar la vía? “Es difícil cruzar incluso acompañada de otra persona. Si entre dos es imposible pasar, peor yo sola; entonces no me arriesgo”.
Graciela López es una mujer proactiva. Las dificultades solo son la semilla para buscar soluciones ante este o cualquier otro inconveniente ciudadano.
Cuando pensó que la instalación de un semáforo en la Bejarano ayudaría a los peatones fue al Municipio. “Me pidieron que escribiera una carta con la solicitud. Mi marido hizo en computador unos mapas y fuimos a dejarla. Me dijeron que eso costaba 50 mil dólares y que lo único que podían hacer era pintar el paso cebra, que era casi inexistente.
De eso hace 10 años, cuando ella y su familia se mudaron al edificio Aldrovandi. Los médicos le recomendaron caminar, pero para ella es peligroso cruzar. Cuando logra, por ejemplo, pasar sin problemas la avenida exclama en francés: ‘et voilà’ (!eso es¡).
Su esposo es francés y por trabajo han viajado por el mundo y en muchos lugares han visto que los peatones son cuidados y protegidos por las leyes y eso quisiera que pase aquí.