Trescientas piezas. Figuras de 35 años de antigüedad. Dos mil luces. Cuatro metros. Dos meses para que María Soledad Bolaños pueda exhibir un pesebre que ya ha recibido tres premios.
Lo hace desde que tenía 18 años. Cuando era niña, esperaba con emoción la llegada de diciembre. La época en que durante nueve días, del 16 al 24, se reza a la espera de celebrar la Navidad.
También era la excusa para reunirse en casa de una pareja de amigos de sus padres, en donde el nacimiento era el protagonista. “Yo era pequeña y crecí con la ilusión de hacer un pesebre muy grande”, recuerda.
Y así empezó. Es la única en su familia que lo hace. Las figuras talladas en madera de María, José, Jesús, el burro y el buey pertenecían a su madre; pero Soledad las hizo parte de su obra. “Se trata de mantener el espíritu navideño. Rezar la novena, celebrar el recogimiento del nacimiento del niño Jesús”, dice.
Para Sole, hacer el pesebre es una lección de vida, de amor y sencillez
Cada elemento es una representación de los valores cristianos. Por ejemplo, la choza que acoge a la familia representa humildad; San José, obediencia y fortaleza; la Virgen María, fidelidad y amor a Dios; Jesús, guía espiritual.
El buey, ejemplo para mantener un ambiente cálido y amoroso en el hogar; el burro, el animal más humilde de la creación; el ángel, bondad, amor y misericordia; los reyes magos, naturaleza real y divina; los pastores, servicio, solidaridad, alegría; las ovejas, obediencia y confianza…
Los cientos de objetos con que representa la escena del nacimiento de Jesús son parte de una colección que Bolaños ha hecho crecer con el tiempo. Pero en los distintos ambientes que recrean Belén de Judea en la sala de esta vecina de la González también hay elementos naturales que hacen aún más especial su creación.
Conserva el musgo de su pesebre desde hace décadas. Para mantenerlo, lo rocía con agua y lo envuelve en papel periódico. Cuando va al parque, recoge ramas y hojas. En sus viajes a la playa, guarda arena para simular el desierto.
Soledad reconoce que la tarea más difícil es dar ‘vida’ al río. El caudal de su pesebre contiene agua de verdad, entonces tiene que tomar las debidas precauciones en el momento de realizar las conexiones eléctricas.
Durante el penúltimo trimestre del año monta la base con tablas triplex y cajas de madera. Luego arma los distintos escenarios: la ciudad, el establo, el mercado… “Me puedo explayar”, comenta y señala que nunca sale igual. Lo hace sola. Todos los años varía y se adapta a su inspiración.