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Las ventas informales generan un dilema a los moradores del barrio

Si viene uno, vienen 50 con ventas

La tarde del domingo 27 de junio de 2021 ya no había ventas fuera del Cyrano. Foto: UnosTres.

A dos cuadras de la Plaza Churchil, a la entrada de Produbanco, tiene su puesto Inés. A su lado, en plena esquina, hay otra vendedora de frutas junto a una camioneta que ofrece ramos de flores. En ese sábado nublado de junio Inés intenta trabajar mientras su hijo pequeño llora y se queja a viva voz. Jéssica no tiene otra opción que llevarlo con ella.

Ese sábado como todos los días, fines de semana incluidos, Inés salió de su casa a las 05:30. Permanece en la principal avenida del barrio hasta las 19:30. Así que pasa más tiempo allí que en su casa.

Contrario a María, ella reconoce que sí ha sentido presión por parte de los residentes. Cada vez más personas se quejan y esto causa que cada tanto lleguen los agentes municipales a increparles y moverles de su sitio de trabajo. Cuando esto ocurre Inés trata de recoger lo más rápido posibles su baldes de fruta y busca un lugar donde esconderse.

Antes de ubicarse en las aceras de la González Suárez, Inés vendía en las inmediaciones del Hospital Baca Ortiz. Hace un año se desplazó a la que considera que es una zona más tranquila, sin el ir y venir de las ecovías.

“Si viene uno, vienen 50”, respondía un usuario al tuit publicado por Martín Pallares. Este es el principal argumento que esgrimen aquellos que no están de acuerdo con que se les permitan a los vendedores sin permisos trabajar en las calles de la zona.

“Si se permite el primero, luego con qué autoridad no se permiten los siguientes”, cuestiona María, una vecina que ha vivido por muchos años en el barrio y se dedica al fitness.

Para ella no es solo una impresión el aumento de vendedores informales en los últimos meses. Es algo que observa día a día. A los comerciantes de siempre —que venden frutas, verduras y flores— se han sumado otros. “Definitivamente han proliferado, ahora venden hasta quesos de hoja, bizcochos, artesanías, aguacates, flores, frutillas… si seguimos así pronto será un mercado”, lamenta.

El temor de ver las calles del barrio convertidas en un mercado, como ocurre en otros sectores de la ciudad, moviliza a los residentes a quejarse o a denunciar. Aunque quienes apoyan a los vendedores no han visto mayor cantidad de ellos en la zona. Pallares dice que los que están ahora son los mismos desde hace 15 años. “La demanda establece la cantidad de ventas”, zanja.

Por otra parte, Soledad Morán, dueña de una propiedad en la González Suárez en la que vive su hija, ve el aumento de comerciantes informales como una cuestión que no es totalmente inherente a la pandemia. Dice que durante lo más duro del confinamiento se guardaron y que cuando la relajación de las restricciones lo permitió volvieron a salir. En la misma medida y cantidad previa a la llegada de la epidemia de la Covid-19.

Para ella, la presencia de vendedores en las calles —en la ciudad en general— sí ha crecido pero cree que es un fenómeno de los últimos 8 o 10 años. Que se disparó por la migración de ciudadanos de países vecinos.

De acuerdo con Pablo Hernández este incremento de trabajadores no regularizados se agudizó en 2019. El funcionario de la Agencia de Coordinación Distrital del Comercio también lo achaca a la migración, pero tanto extranjera como local.

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Escrito por Gabriela Balarezo

Autor: Ángel Mediavilla

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