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Los relatos de robos y asaltos son una constante en la González

Fito Barzola, vecino de la González Suárez, sale todos los días muy temprano en la mañana a pasear a su perro. Eran las 05:50 de un miércoles de finales de julio cuando durante su paseo matutino vio una moto en la esquina de las calles José Gómez y Humboldt. Durante un minuto el piloto solo aceleraba sin moverse. A Fito le pareció muy raro. Entonces escuchó los gritos de una mujer.

No lo pensó mucho y se fue acercando al motociclista con la intención de sorprenderlo por la espalda. Recuerda que en ese momento primaba su instinto de ayudar. Enseguida resonó la voz de un hombre que repetía un nombre y lo vio: una persona de baja estatura que sostenía un arma de alto calibre. “No te muevas”, le dijo el ladrón y le apuntó en la cara. En cuestión de segundos se subió a la moto que lo esperaba y huyó.

La víctima de este robo era una mujer joven que a esa hora se dirigía a su trabajo. Fito la encontró tirada en el suelo de la calle Gonnesiat —en donde ocurrió el atraco, a la vuelta de donde esperaba la motocicleta— aferrada a su cartera y en estado de shock. Había intentado forcejar con el delincuente que finalmente se llevó su celular.

Todo sucedió en cuestión de minutos. Los suficientes para que Fito se grabara ciertos detalles de los ladrones. “Iban muy bien vestidos”, asegura. Con chompas, guantes, cascos y moto caros. Por esto cree que “no eran ningunos improvisados”.

Escenas como la que presenció este vecino, que lleva más de 25 años viviendo en el barrio, se han vuelto cada vez más frecuentes en la González Suárez. Algunos residentes y guardias del sector afirman que la frecuencia de asaltos es tal que tienen lugar pasando dos días. De hecho, ese mismo miércoles —cuando Fito presenció el robo a la joven mujer; apenas media hora después del asalto en la calle Gonnesiat— supo que habían robado a otra persona a unas cuantas cuadras. Ese delito ocurrió cerca de la Whymper y 6 de Diciembre.

La inseguridad como una constante

“Es palpable el aumento de la inseguridad y la delincuencia en el barrio”, lanza Fito. Para José María Lasso, presidente del Comité Pro Mejoras, es una cuestión permanente. Además, explica que hay horas críticas durante las cuales suceden los atracos: muy temprano en la mañana y al atardecer. “Esas son las horas que siempre se ha sabido que son las más complejas para circular”, dice.

Según José María, previo a las restricciones que trajo la pandemia, los estudiantes que salían rumbo a sus clases eran los principales blancos de los criminales. Ahora son los caminantes, quienes salen a hacer ejercicio o los residentes que parten hacia sus trabajos a la primera hora del día.

Así el miedo de convertirse en víctima de un robo se ha instalado entre los vecinos del barrio. Un reflejo, a menor escala, de lo que sucede en toda la ciudad. En un informe del Observatorio Metropolitano de Seguridad Ciudadana consta que 9 de cada 10 quiteños percibe a su lugar de residencia como inseguro o peligroso.

En el documento de la Administración Zonal Eugenio Espejo se especifica que “la percepción de inseguridad es la sensación de la población de ser víctima de algún hecho delictivo o evento que pueda atentar contra su seguridad, integridad física o moral, vulnere sus derechos y la conlleve al peligro, daño o riesgo”. Para medir este indicador el Observatorio considera varias situaciones que se darían al momento de transitar por la ciudad.

Los relatos de robos y asaltos en las calles del sector se suceden uno detrás de otro y se comparten a través de las redes sociales y grupos de WhatsApp. Aunque parece ser que la inseguridad ha escalado en los últimos meses, algunos residentes creen que es una problemática que arrastra el barrio desde años atrás.

Una sucesión de robos

Durante las dos décadas que Marisol Bustamente ha vivido en la zona ha sido testigo y blanco —ella o familiares— de varios atracos. Reside, junto a su esposo Fito Barzola, en un edificio en la calle Coruña y Humbolt. En una ocasión vio desde la ventana de su departamento cómo tres delincuentes robaban las llantas de un auto. Uno de ellos le apuntaba con uno pistola mientras los otros dos sacaban los neumáticos.

Hace algunos años ella misma fue víctima de un robo cuando compraba en la tienda El Universal. Entraron tres hombres y uno de ellos le puso una pistola en el cuello. A la dueña de la tienda le acostaron en el piso y se llevaron el dinero de la caja fuerte y todas las botellas de whisky que encontraron.

Asimismo, hace apenas dos años unos delincuentes llamaron a su casa y engañaron a su empleada doméstica haciéndole creer que estaba detenida. Lo que finalmente terminó en que los delincuentes entraron a su departamento y lo vaciaron.

Y la lista no acaba ahí. Marisol cuenta que a su hija mayor, tres hombres le robaron cuando salía de la tienda El Universal después de comprar una gaseosa. Se metieron en su auto y le quitaron todo lo que tenía. A su hija menor, de 16 años, le asaltaron un domingo a las 13:00 cuando se dirigía a comprar un helado —por la calle Gonnesiat— acompañada de una amiga.

Entre los vecinos de la González Suárez se repite la misma queja con respecto al tema de la inseguridad. Alegan que el supuesto aumento de robos y atracos se debe a la falta de presencia policial. O a la ausencia de un plan certero implementado por las autoridades del Municipio que permita devolver algo de tranquilidad al barrio.

El presidente del Comité Pro Mejoras manifiesta que lo ideal “sería tener una UPC propia de la González Suárez que atienda también al sector de La Paz e incluso Guápulo”. Actualmente el barrio depende del Circuito Iñaquito de la Policía Nacional, con base en la UPC de la avenida Mariana de Jesús. Los oficiales de este circuito cubren las zonas de La Carolina, La Pradera, el Parque Metropolitano, Bellavista, Batán Alto y Bajo.

José María explica que hasta el sector llega una UPC móvil, que esta a ciertas horas del día. “Viene pasadas las 08:00 de la mañana —después de las primeras horas críticas— y hace patrullajes eventuales”. En ocasiones hay solo un agente en el vehículo policial y aunque eso realmente no sea una garantía para combatir de forma eficaz a la delincuencia reconoce que sí puede ser un elemento disuasorio.

“Sabemos la poca disponibilidad que tiene la policía de personal y de equipos, ya que el territorio que tienen que cubrir es muy grande”, alega el Presidente del Comité.

Pero esta problemática tiene dos caras. Para el mayor Carlos Garzón, jefe de operaciones del Circuito Iñaquito de la Policía Nacional, la realidad es que “nosotros (refiriéndose al cuerpo policial) en la mayoría de los casos hemos sido muy eficientes”.

El oficial justifica su afirmación en las cifras de robos y asaltos recopiladas. Los atracos comunes a personas registrados este 2021 en comparación a años anteriores (sin contar al 2020 por la situación atípica que se vivió) han disminuido. En cerca de un 40%, asegura Garzón. El recuento se hace en base a las denuncias que hacen las víctimas y con partes policiales.

El Mayor acota que tampoco se han registrado homicidios en lo que va del año. No obstante, hay un rubro, entre los distintos tipos de actos delictivos que se comenten, que sí ha aumentado en la González Suárez. Se han registrado más denuncias de robos a vehículos —aproximadamente un 10%— que en el pasado. Son casos, explica, en los que las personas dejan maletas, computadoras, celulares u otro tipo de pertenencias al interior de sus autos y los ladrones aprovechan la oportunidad.

En el plano general, entre enero y junio se han recibido 1.146 denuncias por el robo de accesorios de vehículos y autopartes en el Distrito Metropolitano de Quito. Mientras que el robo a personas es el delito que más se comete en la ciudad. Desde inicio del año hasta el 11 de junio se contabilizaron más de 2.300 denuncias por este motivo.

Una cuestión de exceso de confianza

Con respecto a la supuesta escasez de presencia policial, el jefe de operaciones del Circuito Iñaquito rebate que hay oficiales en el barrio las 24 horas del día y los 7 días de la semana. En concreto, cada día recorren las calles de la González Suárez una patrulla y 4 agentes en motocicletas. Cuando existe un evento que deban atender siempre quedan en vigilancia o el vehículo o al menos uno de los policías de las motocicletas.

Para explicar por qué a pesar del control policial permanente la percepción de inseguridad se mantiene el mayor Garzón expresa:

Estamos saliendo de un confinamiento a una nueva realidad social.

Añade que ya que gran parte de las personas están inoculadas, empiezan a retomar con mayor frecuencia sus actividades habituales —de una manera atípica por el uso de mascarillas—. Es decir, vuelven a estar más tiempo en las calles o espacios públicos. Esto ocasiona que la delincuencia vea al barrio como accesible para cometer asaltos.

“La mayoría de robos en el sector se hacen por exceso de confianza de las personas”, declara el agente. Entonces cree que parte de la responsabilidad está en la comunidad también. Coincide con él José María. Hay atracos que se dan por descuidos de las personas que, por ejemplo, sacan sus celulares para hablar en la calle y los delincuentes están atentos a cualquier movimiento de estos para acercarse a los incautos y quitarles sus pertenencias.

La mujer a la que ayudó Fito y que fue asaltada en la calle Gonnesiat en estas semanas “desgraciadamente iba con el celular en la mano e iba chateando”. Por eso el vecino sugiere que es mejor no llevar los teléfonos en las manos y caminar rápido al salir de casa. Son pequeños detalles que considera pueden hacer la diferencia. Él infiere que los asaltantes estudian a los residentes y se aprenden sus rutinas, así aprovechan los descuidos para atacar.

Para Fito en la zona no operan “rateritos comunes”. Dice que no son ladrones improvisados. Mapean y estudian las calles y a sus habitantes con detenimiento. Es casi una inteligencia armada, según él. Por eso la preocupación y la sensación de estar en peligro constante que experimentan los residentes.

Al respecto, el jefe de operaciones del Circuito Iñaquito expone que operan dos tipos de ladrones. Están los de nacionalidad ecuatoriana que analizan el sector para cometer los delitos y los extranjeros que tienen otra modalidad y, por lo general, ejecutan otros tipos de robos.

El mayor Garzón insiste en el papel que debe asumir la propia comunidad para hacerle frente a la inseguridad. “Hay que evitar ser un blanco fácil para los criminales”. Por ejemplo, los residentes que salen en las mañanas a hacer deporte podrían, si es factible, dejar el celular en casa.

Estrategia contra los sacapintas

Pese a los esfuerzos de la Policía los robos y asaltos se siguen sucediendo según los reportes de quienes viven en el sector. Ya no solo durante las horas más críticas o en las calles secundarias —con poca afluencia de gente—. Uno de los últimos atracos sucedió en la avenida González Suárez, a plena luz del día.

En otro asalto reciente, compartido en redes sociales, una mujer alertaba que le habían robado a ella y a sus acompañantes frente a la cafetería Juan Valdez. Dos delincuentes, según la testigo, que iban en una moto negra le amenazaron con un cuchillo de cocina de mango blanco para sustraerles sus pertenencias.

“Se ha convertido en una zona muy peligrosa”, se queja Marisol. En su opinión, los atracos han aumentado, sobre todo, en el último par de años. Relata que en dos ocasiones (en le pasado) fue testigo de cómo sujetos subidos en motocicletas robaban a personas que salían de los bancos que se ubican sobre la avenida principal.

Para hacerle frente a este delito de tipo sacapintas —ladrones que operan a la salida de las entidades bancarias— dice el mayor Garzón que han trabajado en conjunto con los bancos que funcionan en el barrio. La idea es que promuevan entre sus clientes el servicio de traslado de valores (totalmente gratuito) que ofrece la Policía.

El oficial asegura que la estrategia implementada ha tenido cierto éxito porque hasta finales de julio de este año, no constan denuncias por este tipo de delito en la González Suárez. En años pasados contabilizaban dos o tres.

Otra estrategia que han puesto en marcha desde la Policía apunta a la prevención. A educar y prevenir a la población sobre las precauciones que deben tomar al salir a la calle. Comparten en chats y diversos canales videos hechos por los agentes con recomendaciones para disminuir la posibilidad de ser blanco de un asalto. Además, el Mayor Garzón asegura que mantienen una comunicación continua con directivos, administradores, conserjes y personal de seguridad del barrio.

El oficial de Policía destaca, asimismo, la importancia que poner una denuncia (al ser víctima de un atraco) tiene para combatir a los delincuentes. El miércoles 28 de julio detuvieron en delito flagrante a un sujeto que manejaba una moto negra y que intentó robarle el celular a una persona.

Fue posible llevarlo detenido porque la persona a quien intentó robar presentó una denuncia. Después de compartir la imagen por varios chats, más residentes lo identificaron como el responsable de los asaltos que habían sufrido. Así ahora pesan contra el individuo cinco denuncias.

El Mayor dice que en lo que va del 2021 han tenido a 10 personas en delito flagrante en el sector. De estos cuando fueron aprehendidos en el mes de junio. En estos operativos decomisaron 1 arma de fuego y 120 gramos de marihuana.

Los daños colaterales

Más allá de la labor de la Policía, algunos residentes se ven obligados a implementar estrategias y medidas por su parte. Hace 18 años Marisol hizo las gestiones necesarias para instalar una caseta a la entrada del edificio en el que vive. Allí permanecen en vigilancia continua guardias de seguridad que contrataron entre todos los inquilinos. Cuenta que también hay una alarma comunitaria en la calle de su casa que los guardias hacen sonar ante cualquier situación sospechosa. “Suena durísimo….por lo menos tenemos eso”.

En otros casos la percepción de inseguridad ha sido demasiada. Es un problema que genera variados daños colaterales. Liliana Lanas es madre de tres hijos. Hace 3 años enviudó y asumió todo el peso de su crianza. En diciembre del año pasado se mudaron de la González Suárez por la sucesión de delitos que se cometían en las calles.

“Yo ya no salía. Tenía terror a salir”, admite Liliana. Es que dos de sus hijos fueron blancos de asaltos. El primer robo ocurrió en agosto de 2020 cuando el mayor caminaba a las 07:00 a la altura de la Panificadora Ambato. Se bajaron dos hombres de una moto negra y le apuntaron con una pistola. En noviembre del mismo año, le tocó al mediano. Unos sujetos que portaban navajas le amenazaron para quitarle su celular cuando se dirigía a la farmacia.

La madre explica que se fue porque estaba muy estresada por la inseguridad. “Quiero que mis hijos salgan tranquilos a la calle”, lanza. Ella cree que los ladrones llegan atraídos porque la mayoría de residentes del barrio tienen un estatus social medio alto y que en tiempo de vacaciones se acentúa la problemática porque la gente se relaja y sale más.

Liliana propone que el primer paso para combatir a la delincuencia lo debe dar la comunidad. “Que la gente se una como barrio para buscar soluciones. Todos deben apoyarse y poner el hombro”. Recuerda que durante un tiempo se organizaron brigadas de ciudadanos que salían en grupos de 10 o 12 personas a recorrer las calles durante las horas críticas. Como un mecanismo para disuadir o intimidar a los ladrones.

Por su parte, Jose María manifiesta que desde el Comité Pro Mejoras conformaron una comisión especial para tratar los temas de inseguridad y la escalada de la delincuencia. Esta comisión tiene contacto directo con la Secretaría de Seguridad y Gobernabilidad del Municipio de Quito. Esta institución trabaja desde la prevención, ya sea situacional o comunitaria. Así lo explica el Guido Núñez, director de la Secretaría.

Dice el funcionario que con cada barrio elaboran un plan de acción adaptado a sus necesidades y circunstancias. Para esto hacen visitas en territorios. Según José María después de octubre de 2019 el Comité y la Secretaría empezaron a dar forma a este plan. Los personeros de la institución municipal recorrieron el sector junto a los directivos y autoridades policiales.

Meses después se desató la pandemia y cuando la situación generada por el Covid-19 empezó a dar algo de tregua, se dieron cambios internos en el Municipio. “Esto fue borrón y cuenta nueva”, lamenta José María. El director de la Secretaría afirma que tienen previsto retomar las actividades pendientes a partir del 1 de agosto.

Como los relatos de asaltos y robos, las posibles propuestas y soluciones fluyen en los chats de los vecinos y en la redes sociales. Se ha planteado poner cámaras en los exteriores de los edificios para cubrir parte de la calle o usar elementos sonoros (como pitos) para alertar y disuadir a los ladrones. Toda idea es útil cuando se trata de reforzar la seguridad.

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Escrito por Gabriela Balarezo

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