Michelle Arévalo llegó a la entrevista con un compañero de oficina: Frank. Ella aparece en el sitio web de Impaqto como CEO y cofundadora del primer coworking privado de Ecuador y él como “Bulldog in Chief”. Ambos viven en la González Suárez. La cita era para hablar sobre el emprendimiento en el barrio.
3 millones de ecuatorianos han emprendido, pero la tasa de mortalidad también es alta ¿por qué?
Es un fenómenos difícil de entender. Generalmente en otros países la dificultad es que la gente se arriesgue a emprender o que tenga el espíritu para hacerlo. En países escandinavos, por ejemplo, la actitud de emprendedores es bajísima. Todos están direccionados a tener un estilo de vida en relación de dependencia laboral.
En Ecuador, la actitud emprendedora es real, dicen que uno de cada tres ecuatorianos entre 18 y 45 años ha emprendido. Esto es superalto. Habrá gente que dice que es por necesidad, si fuera así en Haití o Bolivia el índice sería más alto por sus tasas de pobreza. Tenemos buena materia prima.
¿Entonces qué falla?
El ecuatoriano tiene mucha capacidad de enamoramiento con su idea, pero poca capacidad de reflexión cuando alguien te dice la idea es buena pero necesita mejorar, poca capacidad de evolucionar la idea.
¿Y cómo un emprendimiento se desarrolla en el barrio?
Impaqto ha ido evolucionando para entendernos como una intervención urbana. Somos una versión moderna y privada del centro comunitario que hay en los barrios populares. El barrio necesita un punto de encuentro, que ahora en la ciudad moderna es un café.
Muchos emprenden en su barrio, pero también hay quienes vienen al barrio y vienen a aprender del barrio: ¿Quién tiene más ventajas?
El equipo ideal tiene los dos tipos de perfiles porque la persona que ha vivido en la González entiende su barrio. Una persona que viene y trae experiencias de otras partes del mundo puede innovar. Hay gente que cumple los dos perfiles; un emprendedor del barrio puede ser que haya estado en otros sitios, se nutre de nuevas experiencias y aporta para la evolución del barrio.
Mucha gente emprende desde sus departamentos…
Me encanta eso. No me gusta juzgar los emprendimientos como empresas. Un emprendimiento es una empresa pequeña y una empresa es un emprendimiento grande. Cuando uno decide convertirse en un emprendedor, decide el dueño del destino de la empresa.
A veces decides que te vas a quedar chiquito porque es lo que te alcanza o es la prioridad de tu vida.
Es un regalo bonito que la gente tenga su emprendimiento en el departamento o que dé clases en los salones comunales de los edificios porque permite conectarte con el barrio, con los vecinos.
Cuando invitas a alguien al espacio donde vives: generas barrio, vecindad, empatía, confianza. La confianza de los unos con los otros teje la democracia en el país.
¿Es necesario apoyo de los líderes barriales?
Cuando voy al supermercado y veo duraznos o arándanos no compro porque sé que puedo hacerlo en el barrio. Esa actitud he visto aplicada en campañas barriales y que se enfocan a apoyar a tu barrio y no solo con los locales sino a toda persona que tiene sus medios de vida en esta comunidad; todos tienen un letrero que dice: “apoya a este negocio local”.
También porque dinamiza la economía. He visto, por ejemplo, que en México se lee: “Todos somos la colonia Roma”. Y el apoyo no solo es con dinero. Se puede apoyar con fotos, redes sociales o si los ves tristes —porque no están vendiendo— entra y salúdalos. A la final todo suma.
¿Qué recomendaciones das a los emprendedores locales?
Hay muchos consejos técnicos que se pueden aplicar, pero no me detendría en eso. La recomendación más importante es escuchar de cerca a tu usuario y tener empatía. Tener la humildad para que te den la retroalimentación, si algo no te compran es porque debes cambiar.
Michelle Arévalo tiene 37 años.
Vive cinco años en la González Suárez. Estudió originalmente Derechos Humanos y Políticas Públicas; es abogada y economista. Es confundadora de Impaqto.