La vida ajetreada reclama silencios como las sinfonías requieren de espacios sin sonido para ser magistrales. Es bueno alejarse por un ratito de la vida urbana y se puede hacer aquí en la Quinta Huasipungo.
Esta filosofía la sabe bien Ximena Vintimilla Moscoso. Es su casa, no es precisamente un local de eventos, ella y su familia viven en la Quinta.
Lo que quisimos fue abrir para que la gente también pueda compartir y celebrar los momentos especiales de la vida, los momentos en los que se necesita un espacio silencioso, tranquilo, verde, cerca de Quito. Así compartimos con los quiteños y extranjeros.
La propiedad está a no más de 15 minutos de la González Suárez, en pleno corazón de la zona monumental de Guápulo. ¡Vale la pena la visita! La vegetación es —quizás— su principal atractivo aunque la arquitectura de la mansión conjuga bien con el entorno.
El servicio de restaurante
La idea de compartir las bondades de la Quinta guió a la familia Páez-Vintimilla a promover, primero, eventos y luego almuerzos diarios. La propuesta es que vengan a comer aquí y disfruten de un rico menú ecuatoriano.
El restaurante está abierto desde el mediodía hasta las 15:00, en un ambiente único. Pero si sus necesidades son otras, los espacios están abiertos para un brunch, talleres empresariales o cualquier otro evento mediante una reservación.
El gran jardín patrimonial de la Quinta
Es asombroso dejarse llevar por el entorno. Decenas de árboles encubren una parte del cemento de la ciudad. El jardín patrimonial alberga 14 árboles patrimoniales. Es, según los dueños, el único espacio privado con ese número de ejemplares patrimoniados.
Cuidamos mucho ese entorno y queremos que la gente venga, se involucre, cuide, ame a estos árboles. Un jardín con especies tan especiales debe cuidarse.
Ximena Vintimilla Moscoso
Solo por enumerar un par de ejemplos, en el jardín se puede observar un yalomón, una pomarosa blanca o la palma de rosa de cera más grande de Quito. Son árboles únicos que pueden bordear los 150 años de vida y eso hace que sea un jardín especial.
La arquitectura de la Quinta
El matrimonio entre el blanco y el azul produce una nostalgia por Andalucía. La Quinta Huasipungo tiene un patio andaluz que transporta imaginariamente a esa zona mediterránea. Es ideal para tomar café y leer.
Oswaldo Páez Barrera es arquitecto y artista; además del dueño de la Quinta. Apasionado de la historia, cuenta con detalles el pasado de Guápulo y de Huasipungo. Era tierra de brujos y hierberos, se fueron.
El pueblo fue asimilado por la ciudad y muchas familias con los años construyeron sus residencias en la zona. Ahí nació la Quinta Huasipungo. En los registros existentes se cuenta que familias como los Cornejo Astorga, el poeta Manuel María Sánchez, el coronel Jorge Rivadeneira y el Reino de Bélgica fueron dueñas de la Quinta hasta llegar a los Páez-Vintimilla.
Es una propiedad cuya arquitectura corresponde al neoclásico mestizo propio del siglo XIX. Se nota con solo recorrerlo, pero también se siente la mano de Oswaldo porque a cada paso se encuentra arte.
La propiedad tiene aproximadamente 3000 metros cuadrados. Los esposos buscan un lugar con mucho espacio para colocar la obra pictórica de Oswaldo. Lo lograron, la Quinta Huasipungo los enamoró. En el 90% de las paredes se encuentra sus cuadros pero también de otros artistas.
Abrieron un espacio para exponer pintura y escultura (en el jardín). También apoyan a los artesanos del país para exhibir su trabajo. “La idea es que los artesanos tengan un sitio para mostrar su obra”, explica Ximena. Para la pareja es importante que las personas que vienen a almorzar también tengan una experiencia cultural.